Lectores pasivos

Maridaje recomendado: Café

Por: Redacción Café irlandés 

A finales del mes de febrero, Revista Café irlandés lanzó una encuesta a través de sus redes sociales para estudiar los hábitos de consumo de literatura nacional en El Salvador. La participación obtenida superó las expectativas, pues se recolectaron un total de 980 votos. Una muestra que consideramos significativa para representar a la comunidad de lectores en el país. 

Sin duda alguna uno de los resultados que más nos impresionó fue el hecho de que el 98.5% de la población participante se declara lectora, desmintiendo aquel axioma cultural que dice que en El Salvador nadie lee. Ahora vemos que eso no es cierto. Que sí existe una comunidad lectora en el país, aunque esta no sea una mayoría. Este descubrimiento nos obliga a preguntarnos el por qué, si sí hay lectores en el país, la literatura, principalmente la nacional, está tan relegada dentro de nuestra cultura.  

Una de las primeras teorías que podemos deducir a partir de estos resultados está relacionada con las preferencias lectoras de los salvadoreños participantes. El 76% de ellos mostró preferencia por la narrativa de ficción (novelas, cuentos), seguido con un 18.8% por la no-ficción (ensayos, crónicas, reportajes, etc.) y un 5.2% por la poesía. Este dato nos sorprende porque contrasta con la realidad literaria-editorial del país, donde se ha privilegiando más a la poesía que a la narrativa. Hay que recordar que en los últimos años, Los Juegos Florales de El Salvador, único premio literario en el país convocado por el Ministerio de Cultura y la Dirección de Publicaciones e Impresos de El Salvador (DPI), ha excluido de su convocatoria los premios de novela y novela corta, así como reducido el número de convocatorias en cuento, mientras que la poesía y otros géneros infantiles, han aumentado su número de convocatorias. Además de, según estudios, en los últimos años se han publicado mayor número de libros de poesía y antologías poéticas que de narrativa, tal como se explica en la investigación “Literatura: Análisis de situación de la expresión artística en El Salvador” de Tania Pleitez Vela (AccesArte, 2012). La  primera pregunta que deberíamos formularnos es el por qué, si la comunidad muestra mayor interés por la narrativa, esta ha sido tan excluida de nuestra propia literatura. 

Otro dato que nos sorprendió está relacionado con los hábitos de consumo de libros en el país. Para este estudio se excluyó al libro digital debido a que en El Salvador son pocas las editoriales nacionales que trabajan con este formato. El libro, como objeto, no es un artículo de primera necesidad entre los salvadoreños. El 50.2% asegura que acostumbra comprar libros cada tres o seis meses, aproximadamente. Un 26.9% lo hace cada mes y sólo un 5.3% cada semana. Mientras que el 17.6% afirma que no acostumbra a comprar libros. 

La situación se torna más complicada para la literatura nacional. Y es que las editoriales independientes del país, que son aquellas que se dedican a la edición de obras nacionales, además de enfrentarse a una población que acostumbra a comprar pocos libros, también tienen el agravante de que a esta población lectora no les gustan los canales de distribución que ellos han optado por utilizar para vender sus obras. Como las editoriales independientes trabajan con recursos y presupuestos limitados, para algunas es difícil poner sus publicaciones en los estantes de las librerías nacionales. Esto los afecta debido a que el 79.4% de los participantes aseguró que son las librerías el lugar donde más acostumbran a comprar libros en el país. Mientras que los métodos adoptados por las editoriales independientes como museos, cafeterías, internet o pago contraentrega son los métodos menos populares entre los lectores salvadoreños. 

Los canales de distribución de libros de la editoriales independientes no son lo único que incide en el bajo consumo de libros nacionales por parte de la población lectora. No es que a los salvadoreños no les interese la literatura nacional. El 54.2% de los votantes aseguró que sí leen o han leído literatura nacional. Mientras que un 97.9% dijo estar interesado, o podría llegar a estarlo, en consumir más libros salvadoreños. El problema está en la desinformación de estos. La encuesta mostró un gran desconocimiento de las editoriales independientes salvadoreñas. Algunos participantes confesaron ignorar el papel de estas dentro de la literatura nacional. Fueron muy pocas las personas que reconocieron la existencia de proyectos como Índole Editores, Kalina, Los sin pisto, Editorial Equizzero, La Chifurnia o La Fragua, entre otras. Las únicas editoriales reconocidas por la población son la DPI, Clásicos Roxsil y UCA Editores, que, como dato curioso, son aquellas que tienen libros de sus catálogos dentro del programa de estudios en los colegios de El Salvador. 

El 71.5% de los participantes aseguró informarse previamente de los libros que compran. Esto significa que no se arriesgan comprando algo que desconocen. Menos si ignoran la sinopsis del libro, su género literario o el autor. Y aunque este dato parece poco revelador, es un indicativo de la tendencia a consumir más libros internacionales que nacionales, pues son los primeros los que cuentan con mejores estrategias de distribución y marketing por parte de sus editoriales, así como mayor atención mediática gracias a la prensa extranjera. Mientras que en el país, el 63.3% de los lectores salvadoreños dijo desconocer los medios de comunicación, como blogs y revistas literarias salvadoreñas, donde se acostumbra a informar de las novedades literarias de El Salvador. El resto de la población, los que sí conocen estos medios, se dividió entre uno o dos de los proyectos culturales como el blog Jacintario, las revistas Grafomaníacos, Distópica, La Zebra y Café irlandés; así como el suplemento cultural Tres Mil del Diario Co Latino, entre otros.

Con los datos anteriores, podría parecer que el poco consumo de literatura nacional es culpa de los canales de distribución utilizados por las editoriales locales, así como la falta de prensa cultural en El Salvador. Pero lo cierto es que gran parte de la responsabilidad la tienen, al menos de manera inconsciente, los mismos lectores. Las editoriales ya realizan suficiente esfuerzo publicando con los pocos recursos que tienen, así como buscando canales alternos para vender sus libros al no contar con el total apoyo de las librerías nacionales. Lo mismo ocurre con la parte mediática. Ante la falta de cobertura por parte de la prensa salvadoreña, han surgido medios culturales independientes que trabajan ad honorem para compensar este vacío de información, tal como lo son los blogs y revistas mencionadas anteriormente.

Y es que si analizamos estos hábitos de consumo de literatura por parte de los lectores salvadoreños, nos encontramos ante un perfil de lectores pasivos y conservadores. Es decir, un tipo de lector que no muestra mucha curiosidad por investigar e informarse por cuenta propia de lo que se está produciendo en el país. Que lo poco que llegan a conocer lo hacen por casualidad, por recomendación o porque lo vieron en anuncios de sus redes sociales. Y sólo lo consumirán si pueden encontrarlo en sus librerías de cabecera, principalmente aquellas ubicadas en centros comerciales o universidades, y que visitan de vez en cuando y de paso. No están abiertos a consumir libros si no es a través de este medio, ni siquiera por internet (sólo un 28% dijo comprar libros por internet, contra un 48.4% que dijo no gustarle este método de compra). Estamos frente a un tipo de lector que, sin importar cuánto les guste leer, al no ser el libro un artículo de primera necesidad, no están dispuestos a molestarse en buscarlo y adquirirlo. Prefieren que sea el mismo libro el que llegue a sus manos. 

No es de extrañarnos esta actitud por parte de los lectores. Esta pasividad es inculcada desde muy temprana edad, posiblemente desde los colegios. ¿Qué colegio en el país se atreve a ignorar el plan de estudios del Ministerio de Educación para otorgarle libertad a sus estudiantes de seleccionar un libro por cuenta propia, a partir de sus gustos personales, para luego emitir un comentario personal sobre este, sin importar lo que otros opinen del mismo? Ninguno. Generalmente nos acostumbran a leer lo que nos recomiendan o nos dicen que es bueno, sin permitirnos opinar lo contrario. No es casualidad en esta investigación que la población lectora sólo reconociera las editoriales con libros dentro del plan de estudios, pues son las que se imponen en los colegios.

¿Qué podemos hacer ante esta pasividad? Es difícil proponer soluciones porque estas podrían sonar demasiado idealistas. Una de las soluciones más obvias sería cambiar el método en que se enseña «Lenguaje y Literatura» en nuestro país, pero sabemos que esto es casi una misión imposible si no se tiene el apoyo del Ministerio de Educación. Sin embargo, a nivel de comunicación, lo ideal sería concientizar a la población sobre la misma situación literaria-editorial del país, con el fin de hacer de su conocimiento las complicaciones tanto para la publicación y la distribución de cada libro, así como las alternativas que las mismas editoriales han implementado para tratar de acercar la literatura nacional hacia ellos. Acostumbrar al público a salir de las librerías, demostrarles que no todos libros se encuentran dentro de estas. Así como despertarles la curiosidad por investigar por cuenta propia lo que se está produciendo en el país, no esperar que la información llegue a ellos a través de sus correos electrónicos o redes sociales. Finalmente, armar circuitos con las editoriales independientes. Tal vez, con un poco de suerte, organizar pequeñas ferias de libros donde la única anfitriona sea la literatura nacional contemporánea.

3 respuestas a “Lectores pasivos”

  1. He autopublicado cuatro libros de microrrelatos. Solo una librería me permitió colocar el primero en sus estantes; el segundo, en edición limitada, lo vendí entre mis amigos y conocidos; para el tercero y cuarto, opté por hacer tirajes cortos y los obsequié entre amistades a quienes pudiese interesar leerlos.
    Personalmente compro libros por internet, son más baratos que las ediciones físicas. En cuanto a autores nacionales, solicito prestados los que me interesan y estén disponibles en la biblioteca de la Universidad.

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