El contenido de este artículo está basado en los resultados de la investigación «La obra narrativa y dramatúrgica de Álvaro Menéndez Leal como comunicación alternativa desde 1960 hasta 1969″. Agradecemos a los autores por compartir sus hallazgos en Revista Café irlandés.
Maridaje recomendado: Café
Autores: Héctor G. Guerrero
Fernando Castellanos
Julio Orellana
Basta leer unas pocas obras literarias de Álvaro Menéndez Leal (1931-2000), mejor conocido como Álvaro Menen Desleal, uno de los escritores salvadoreños más reconocidos del siglo XX, para comprender su visión sobre la existencia y la sociedad en que vivió. Y es que sus temas recurrentes —la muerte, la impotencia, el abuso de poder y la alteridad—están presentes en casi todos sus textos, desde el primer cuento publicado hasta su última obra dramática, redactada pocos años antes de morir.
Sin embargo, hoy no hablaremos sobre ninguno de esos temas (quedan pendientes para futuros artículos), sino sobre un recurso estético que Menéndez Leal utilizó durante toda su vida, emulando en muchos casos a escritores extranjeros del siglo pasado, y que le sirvió para desarrollar los puntos antes mencionados: lo fantástico.
Tzvetan Todorov, formalista ruso, definió lo fantástico en la literatura como: “La vacilación experimentada por un ser que no conoce más que leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural” (1970, pp. 26-27).
En otras palabras, se trata de la irrupción de un acontecimiento extraordinario en la vida ordinaria de un personaje, lo que genera duda en el mismo: una mujer sueña con su muerte y no sabe si se trata de un augurio o de una simple pesadilla; un hombre tiene la impresión de que alguien lo vigila mientras duerme, y se ve incapaz de determinar si sufre de paranoia, alguien se ha inmiscuido en su vivienda o un espectro lo visita cada noche; un adolescente recuerda haber sido abducido, pero no existen pruebas de que eso haya ocurrido.
En la obra narrativa de Menéndez Leal (2010), la fuente de lo extraordinario —Dios, el destino, la muerte, algo desconocido o solo sugerido— tiene como objetivo a individuos. Hay que remarcar esto último: el autor no suele relatar las desventuras de sociedades ni grupos, sino de individuos. Sus protagonistas suelen ser hombres solitarios y vulnerables ante la sociedad, ante la naturaleza del mundo, ante su propia naturaleza o, en los casos que nos atañen, ante lo desconocido.
Sin embargo, la característica más significativa de lo extraordinario en la obra de este escritor es que no solo resulta ser sobrenatural, sino que también cambia radicalmente la vida de sus protagonistas e imposibilita la consecución de sus metas. Un claro ejemplo de esto es el cuento El suicida (Menéndez Leal, 2010, pp. 87-88), en el que un hombre intenta quitarse la vida, pero, tras un par de disparos y los respectivos agujeros en cabeza y cuerpo, se entera de que le resulta imposible. Resignado, limpia su sangre y sus sesos de piso y paredes antes de que su esposa vuelva a casa, para evitar discutir con ella.
Similar a este es Una cuerda de nylon y oro (pp. 203-207), en el que un astronauta pretende matarse al quedar varado en la órbita de la Tierra, pero pronto descubre que no puede morir: ni le falta el oxígeno para vivir ni necesita ingerir alimentos y bebidas. De esta forma queda varado en el espacio durante miles de años, mientras contempla la extinción de la humanidad desde su privilegiado mirador.
También podemos mencionar el cuento La visita (p. 143), donde un hombre sueña que la Muerte llega a su casa para reclamar su alma. Más tarde, tras despertar, el personaje se despide de su familia, se afeita y espera tranquilamente al ente, quien llega a reclamarlo, justo como en sueños.
Otro ejemplo es La llave (pp. 13-18), que narra la historia de un hombre común que descubre en el bolsillo de su pantalón una llave que no recuerda haber metido ahí y que no abre ninguna cerradura conocida. Poco a poco, el personaje se obsesiona más y más con el objeto, hasta que abandona trabajo, familia, amigos y novia para dedicarse a encontrar la cerradura indicada. Entonces, cuando el lector cree que se trata de un mero delirio, el narrador sugiere que el nuevo objetivo del personaje es una misión encomendada por una especie de divinidad, aunque nunca se determina su propósito ni si eso es así en realidad.
Como puede verse, Menéndez Leal cuenta las historias de personajes solitarios que se enfrentan a lo extraordinario y, vencidos de forma absoluta, se resignan a los designios de fuerzas destinadoras que muchas veces resultan desconocidas.
El hombre, nos sugieren estos cuentos, es una entidad frágil y de existencia sin sentido que está a merced de fuerzas que le superan y que no comprende, fuerzas que hacen con él lo que les apetece y que no responden a su moral y sus criterios: no son ni buenas ni malas, ni actúan con prontitud ni con tardanza. Actúan cuando y como deben, sin que parezca importar la vida y los deseos de sus objetivos.
Menéndez Leal parece decirnos con estos cuentos que los seres humanos pretendemos ser dueños de este mundo y de nuestra propia vida, y darle un sentido a eso, pero solo somos seres frágiles, prescindibles y sin importancia en un universo que no se rige por las normas humanas y que es más grande y poderoso, sobre todo poderoso, que todos nosotros.
Bibliografía:
- Todorov, T. (1970). Introducción a la literatura fantástica[archivo PDF]. México: Premia Editora de Libros. Recuperado de: http://iesliteratura.ftp.catedu.es/lectura/cuarto_atras/imagenes/Todorov.pdf
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Menéndez Leal, A. (2010). Cuentos (in)completos y maravillosos. San Salvador: DPI.