Maridaje recomendado: Café
Por: Felipe A. García*
Existe una leyenda alrededor del texto “Una humilde propuesta” del escritor irlandés Jonathan Swift, autor de “Los viajes de Gulliver”. Se dice que en 1729, Irlanda vivió una de sus peores crisis. Había pobreza, hambre y desempleo. Las calles estaban colmadas de mendigos, principalmente niños. Nadie hacía nada. Se hablaba de ellos, me imagino que hasta su propio movimiento social se creó, grupos de activistas que protestaban, marchaban y se ofendían, pero después de eso nada. Entonces vino Swift, como buen escritor, y se le ocurrió escribir una sátira disfrazada de panfleto en la que, a través de datos y estadísticas ficcionadas, propuso comerse a todos los niños pobres de Irlanda para acabar con el hambre y limpiar las calles de estos vagabundos.
Nadie comprendió que el texto era ficción. Que se trataba de humor negro. Entonces los activistas de la época explotaron y arremetieron contra Swift. Lo llamaron monstruo (palabra que sigue de moda hoy en día) por promover semejante cosa. ¡Asesinar niños para luego comérselos! No podían permitir que estas pobres criaturas estuvieran desprotegidas de ese monstruo que transitaba las mismas calles que ellos habitaban. Había que hacer algo por el bien de ellos para evitar que Swift se los comiera. Fue entonces cuando, cuenta la leyenda, algunos de estos activistas decidieron adoptar a estos niños por su propio bien. Darles un hogar, comida y principalmente protección.
Desde entonces hay muchos análisis sobre el texto. Los académicos se la pasan discutiendo sobre cuál era el verdadero objetivo de Swift. ¿Quería transgredir o simplemente burlarse de la situación? Una discusión que, si bien es cierto es interesante, resulta superficial si tenemos en cuenta qué fue lo que la obra logró. Porque más allá de ofender o burlarse, Swift logró un llamado a la acción.
Hoy en día vivimos una situación similar a nivel mundial. Ser activista, sea cual sea su ideología, se ha convertido en una moda. El pseudo compromiso social se ha propagado como la peste. Ya nadie puede decir nada porque siempre hay alguien que se ofende. Hoy todo tiene una lectura negativa, pues la gente lee entre líneas y afirma con toda seguridad (una seguridad digna de los tontos) que X autor u obra está promoviendo Y antivalor. Se indignan fácilmente con las “humildes propuestas” de los artistas contemporáneos. Pero la gran diferencia entre los activistas de la época de Swift y los nuestros es que en lugar de salir a las calles a proteger a las víctimas de aquel monstruo que la obra les presenta, optan mejor por censurarlo. Es más fácil y menos cansado sacar de circulación un libro o película que luchar por la causa. Como si con censurar la obra se elimina el problema. Y no. No es así. Al censurar se desinforma, se promueve la ignorancia, pero no se acaba con el problema.
Este año, por ejemplo, el director de cine Lars Von Trier estrenó en Cannes su más reciente producción titulada “House That Jack Built”. La cinta, como es común con la filmografía de este director, ha dado mucho de qué hablar. La crítica la ha catalogado de “vomitiva” y están convencidos que la historia jamás debió filmarse, principalmente por la violencia gráfica con la que matan a tantas mujeres y niños a lo largo de la obra. Las notas de prensa agregan que muchos de los espectadores se salieron de la sala a media película. Me imagino que es cosa de tiempo antes que a algún activista se le ocurra luchar por censurarla para evitar que se promueva el feminicidio. Cuando la realidad es que, censurada o no, el feminicidio seguirá ocurriendo, pues este ha existido desde mucho antes de que esa película o cualquier propuesta artística se haya producido.
El arte no entra en esa vieja (pero simpática) discusión de qué fue primero, si el huevo o la gallina. El arte no fue primero. El arte es la consecuencia de la realidad. Una obra surge a partir de lo que su autor observa y vive. Por lo tanto, cualquier obra literaria, cinematográfica, musical, etc, no es una promotora de antivalores. Son, más bien, un retrato de estos.
En los últimos meses, muchos escritores de renombre han hablado sobre la censura del arte. Dijeron todo lo que se tenía y podía decir. Escribir más sobre el tema es innecesario. Sobre todo porque ni activistas ni creadores van a dar su brazo a torcer. Toda palabra entrará por un oído (u ojo) y saldrá por el otro (o en un suspiro).
Pero hay una realidad que, al menos yo, todavía no la he leído en ningún artículo de opinión que ha tratado este tema. Y es que lo cierto es que esa obra por la que muchos se ofenden y quieren dejar fuera de circulación, seguramente ni siquiera está al alcance de los verdaderos monstruos contra los que los activistas quieren luchar. El arte, lamentablemente, es apocalíptico. Es decir, no está siempre a disposición de las masas. Esas pinturas que quieren censurar y que están en algún museo de Europa, esos libros que no todos quieren o pueden leer, esas películas que no se exhiben a todo público, son “humildes propuestas” artísticas que, los verdaderos monstruos, ni siquiera conocen y que por desconocerlas no dejarán de cometer su crimen. Pensémoslo bien: ¿creen que aquel asesino de mujeres que en este momento limpia la sangre de su víctima, se sentará a ver la nueva película de Lars Von Trier? Quizás ni siquiera sepa quién es Lars Von Trier. Aquí en El Salvador, país donde en los últimos meses se ha disparado el número de feminicidios, no se estrenan sus películas. Y si por casualidad alguno la llega a ver, apuesto que la consideraría aburrida y se dormiría al minuto diez, pues el estilo de este director no es para todo público. Ese asesino, me imagino, y no es por estereotipar, preferiría sentarse a ver “The Avengers” que “House That Jack Built».
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Anexo un enlace del texto «Una humilde propuesta» de Jonathan Swift para los interesados, así como el trailer de la película de Lars Von Trier:
Una humilde propuesta: http://www.biblioteca.org.ar/libros/158423.pdf
House That Jack Built:
* FELIPE A. GARCÍA (SAN SALVADOR, 1991) AUTOR DE LAS NOVELAS “HARD ROCK” Y “DIARIO MORTUORIO” PUBLICADAS POR LA EDITORIAL LOS SIN PISTO. “GRAN MAESTRE” EN PERDER LOS JUEGOS FLORALES DE EL SALVADOR.
Excelente! Cada línea impulsa a continuar leyendo. Verdades dolorosas tapadas con un dedo ensangrentado y a la vista de todos y de los cuales ninguno hace nada.
Con tu permiso compartiré en mis redes!
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