Revista Café irlandés tuvo la oportunidad de platicar con el escritor salvadoreño Carlos González Portillo, quien el pasado mes de noviembre publicó su libro de cuentos “Contra el pacífico” (Los Sin Pisto, 2019), el cual es su debut dentro de la literatura nacional.
Maridaje recomendado: Café
Por: Felipe A. García*
¿Cómo llegaste a la literatura y cuál fue el momento en que crees que comenzaste a escribir de manera más formal?
Yo primero llegué a la ficción antes que a la literatura. Considero importante decirlo así porque, antes de leer seriamente, yo veía cine. Creo que son muy pocos los escritores conocidos que comenzaron a leer literatura seria desde niños. Me consta que lo que yo leía, aunque algunas cosas era muy buenas, no llegaba a lo que ahora me gusta. No tenía ese criterio con el que cuento hoy. Llegué a la ficción a través de series o animaciones. Pero a la literatura llegué a los 15 o 16 años, cuando empecé a leer libros de Boom Latinoamericano, el cuento policiaco, que es uno de los géneros que más me ha gustado. Más adelante llegué a la ciencia ficción y esta se convirtió en el género donde más me he sentido cómodo a la hora de leer y escribir. Comencé escribiendo historias de ciencia ficción cortas, que no han tenido valor para mí. Textos que jamás se van a publicar. Pero por esa misma edad en que empecé a leer, 15 o 16 años, también comencé a escribir. Para ese entonces quise mandar cuentos a los certámenes del colegio, pero nunca gané. Nunca se lo comenté a nadie, principalmente porque tenía amigos que sí los ganaban. Eran amigos que mandaban textos por joder y resultaban ganando.
“Contra el pacífico” es un libro de cuentos publicado hace apenas unas pocas semanas. La obra está compuesta por tres relatos largos. ¿Podrías contarnos cómo fue el proceso para armar el libro? ¿Por qué te decidiste por sólo incluir tres cuentos y qué tienen en común cada uno de ellos?
“Contra el pacífico” es, en efecto, un libro de “cuentos”. Considero que antes, cuando intentaba ganar concursos, yo escribía “relatos”. La siguiente no es una definición académica, pero para mí, en la tradición estadounidense, hay muy buenos narradores de relatos. Estos relatos abarcan entre cuarenta a cincuenta cuartillas y no siempre resuelven algo. Hablo tanto de autores clásicos como contemporáneos, como es el caso de Foster Wallace, quien tiene un par de cuentos en “Extinción” (Literatura Random House, 2011), que tienen más de cincuenta páginas y nunca resuelven nada. Yo comencé a notar que tenía bastantes problemas a la hora de escribir cuentos y me dediqué a sintetizar más la prosa. De esa manera fue que surgieron los primeros cuentos que eran más concentrados. Porque para mí son (los cuentos de Contra el pacífico) cuentos cortos si los comparamos con el incluido en “Lados B: voces nuevas vol. 1” (Editorial Los Sin Pisto, 2019). Ese cuento, en realidad, era una novela. “Contra el pacífico”, para empezar, tuvo un gran problema para tener un título. Se me ocurrieron muchos y Mauricio (Orellana Suárez) está de testigo. Seleccionamos “Contra el pacífico” porque de alguna manera en los cuentos existen estos personajes que son muy inocentes, que no se meten con nadie y de alguna manera son una analogía de lo que pasa todos los días. Que a la gente más tranquila le ocurren cosas muy malas. A la gente con más bajo perfil la atacan los problemas más abrumadores. “Contra el pacífico” es eso: mi idea de que existen muchas situaciones muy brutales, de violencia o conspiración, que le pasan a la gente más indefensa.
Cuando uno lee tus cuentos se encuentra con distopías, conspiraciones, estrategias militares, etc. La figura de los militares está muy presente dentro de ellos. ¿Cuánto tiempo te tomó la construcción de estos cuentos? Porque, no me dejarás mentir, para hablar de estos temas, para escribir ciencia ficción, se requiere de un proceso de mucha investigación.
Por darte un ejemplo, el cuento que publiqué en Revista Café irlandés y que también aparece en “Contra el pacífico”, “Cualquiera puede cavar un hoyo, pero no cualquiera puede llamarle hogar”, me tomó alrededor de un mes y medio escribirlo. De alguna manera ya tenía esa idea desarrollada en la cabeza. Pero como también trabajo, me quedaba poco tiempo para escribirlo. Me tuve que proponer escribir dos páginas por semana para terminarlo en uno o un mes y medio, aproximadamente. Ese tiempo además del tiempo de corrección. Tengo que mencionar que tengo amigos que me ayudan en ese proceso de corrección. Porque a veces uno no percibe sus errores. Con “Dengue Fever Non-Erradication Program” tardé un poco más. Aproximadamente dos meses. Esa era una idea que venía trabajando desde el 2017. La idea nació porque yo estaba estudiando Antropología, cuando una amiga me habló del tema de las exhumaciones de las víctimas del Mozote. Eso, además de recordar uno de los episodios de The X-Files que trata el tema de la conspiración y producción de enfermedades. Obviamente, si el gobierno está detrás de eso, el aparato de seguridad también lo está. Entonces encontré otras imágenes, recuerdos y lecturas que llevaron a la construcción de ese cuento. Finalmente, “2016”, fue el relato que más tiempo me llevó. Con él intenté competir en el Carátula (Premio Centroamericano de Cuento Breve), pero no gané. Me alegra saber que por lo menos un salvadoreño fue quien se lo llevó.

¿Cuáles dirías que son los temas constantes dentro de tu narrativa?
Yo no escribo pensando en temas. Yo escribo pensando en voces. Me baso en quién está narrando la historia. Porque algo que me gusta, según yo, no sé si así lo perciben quienes han leído mis cuentos, es el buscar distintas voces que articulen con diversas experiencias para transmitir más vívidamente lo que yo quiero presentar a través del relato. Pero si tengo que clasificar por tema, de alguna manera hablo mucho de las conspiraciones y la corrupción. La migración, también. En el primer cuento que publiqué sí quería basarme en esta idea de quienes se van, por qué se van. En ese cuento queda claro que hay alguien que está huyendo. Huye de su país para ir a caer, este sería otro tema, en un círculo de violencia.
Lo preguntaba porque no dejo de notar la presencia del tema del conflicto armado en nuestro país. Siendo un autor nacido en 1996, después de los acuerdos de paz, no viviste la guerra. Pero eso no impide que el tema esté presente en tu narrativa. ¿Por qué crees que el tema de la guerra está dentro de tus cuentos?
Creo que ser del 96, de los 90 o finales de los 80, porque estos últimos ya no tienen recuerdos tan lúcidos de lo ocurrido en la guerra, no nos excluye de ser un grupo de la población que conviva con las secuelas psicosociales de esta. Tenemos padres, abuelos y amigos que hablan y cuentan sus anécdotas. Aquí todos tienen algo que decir sobre la guerra. Hasta un niño puede decir que ha escuchado hablar de la guerra. Y si me lo preguntás, creo que van a pasar por lo menos unos treinta años, o tres generaciones más, de gente que seguirá escuchando los relatos de lo que ocurrió en el conflicto armado. Gente que se va a remitir a los periodos de dictaduras militares para ponerte como ejemplo cómo debería ser el país. Yo retomo a la guerra en mis cuentos porque están relacionados. Para mí lo que pasó en la guerra son procesos políticos que no se han cerrado.
Siguiendo la misma línea, dentro del libro “Lados B: voces nuevas”, incluiste el cuento “Donde crecen las rosas salvajes”, del que comentaste que originalmente era una novela que se vio forzada a ser recortada para convertirse en cuento y poder participar en un concurso literario nacional. ¿Podrías contarnos la historia detrás de ese cuento y por qué la decisión de participar en ese concurso?
Cuando uno quiere comenzar a dar a conocer sus cuentos se plantea de que su narración debe trascender del grupo de amigos que siempre te han leído con fidelidad y bastante misericordia. Una de las cosas que tenemos los bichos de este país, es que creemos que para poder publicar tenemos que ganar algo. Esto porque no hay editoriales locales que apuesten a los proyectos de nuevos autores. Para empezar no hay editoriales. Y las editoriales independientes que hay, me da la impresión, tienen las cosas bien arregladas. Ya con grupos o generaciones específicas de autores a quienes van a publicar. Es decir que el hueso ya se repartió entre ellas. Entonces, uno quiere escribir porque quiere dar a conocer lo que está haciendo. Yo planteaba hacer una novela de ciencia ficción, basada en lecturas que ya había hecho de escritores norteamericanos. Quería hacer novela porque me sentía cómodo con el género. También porque no podía concentrar la prosa. A mí la novela se me daba en el sentido de la extensión y los detalles. Había leído muchos autores norteamericanos que se tardaban páginas para decir qué estaba pasando. Me había acostumbrado a ese tipo de narración. “Donde crecen las rosas salvajes” ya era una novela con su estructura definida, pero tuve que recortarla para poder enviarla a un concurso. Y es que la DPI (Dirección de Publicaciones e Impresos de El Salvador), en el concurso de los Juegos Florales, cerró la convocatoria de novela. La necesidad por aplicar al concurso me obligó a recortar la novela y convertirla en cuento. Y no es que me sintiera cómodo con el cuento. Por eso la que la recorté. Porque no había a quién presentarle (editorial o concurso) una novela en el país. Los Juegos Florales ya no tenían la convocatoria de novela y yo nunca fui tan ingenuo como para mandarla a una gran editorial en el extranjero o a competir en un premio como el Premio Herralde de Novela. Decidí convertirla en cuento para participar en los Florales y perdió como cuento. Por suerte les gustó a los que seleccionaron los textos del libro “Lados B: voces nuevas” de Los Sin Pisto.
Los Sin Pisto es una editorial que acaba de surgir y está apoyando mucho a autores nuevos. ¿No has considerado, en un futuro, rescatar esa historia como novela para presentársela a ellos? O, en todo caso, ¿por qué no la incluiste, siempre como cuento, en “Contra el pacífico”?
Buena pregunta. Con la primera, “Donde crecen las rosas salvajes” sí es un proyecto con el que podría seguir trabajando, pero no en este momento. Sí creo que la novela daba para más. Muchas cosas dejaron de pasar en esa historia y que yo quería que ocurrieran. Ojalá algún día se me pueda dar esa oportunidad de trabajarla. Ahorita estoy escribiendo de una manera más agendada. Me interesa más seguir dando a conocer mis cuentos a través de revistas digitales. Y en el caso de la segunda pregunta, no le propuse a Mauricio que incluyéramos ese cuento en “Contra el pacífico” porque temí que pudiera existir una trampa de mercado. No me refiero al mercado en un sentido peyorativo, sino en el sentido de repetir producto en dos libros distintos. Quise evitar que alguien se molestara por eso.
¿Cómo ves la situación de las editoriales y los concursos literarios en relación a los nuevos autores de El Salvador?
A mi forma de ver, las cosas se han dado muy bien este año. Desde que conocí revistas que en el país están dando a conocer autores nuevos. Me gustó el “Especial de Halloween” que Revista Café irlandés sacó este año y dio a conocer nuevas voces. Son voces que tal vez ahorita están trabajando un único género, pero quién quita que más adelante sea otro. Las revistas me parecen una gran oportunidad para dar a conocer el trabajo literario del país, principalmente porque ya que todos tienen un smartphone. Jorge Ávalos nos contaba que muchos de los usuarios de la revista La Zebra son personas con un smartphone. En cuanto a imprimir en papel la cuestión sigue siendo difícil. Sigue siendo un reto para todos. Porque el dinero que se invierte en una publicación, además del tiempo, es mucho y no sé si la retribución sea la justa. Para mí este año termina bien y espero que así sea para los que vienen con nuevas propuestas. Yo los animaría a que si tienen algo que quieren compartir, que lo hagan con estas revistas. Ellas decidirán si vale la pena publicarlos. Porque también hay que tener en cuenta que, tal como se dijo en una entrevista que este medio le hizo a los editores de Catafixia, más allá del plan democrático que dice que todos tienen que publicar, se debe imponer un criterio. Si se cumple con el criterio de los editores, pues que se publique.
*Felipe A. García (San Salvador, 1991) ha publicado las novelas “Hard Rock” y “Diario mortuorio” con la Editorial Los Sin Pisto (2018). Es Gran Maestre en perder los Juegos Florales de El Salvador.