Si busca chunches necesarios, no es acá

Maridaje recomendado: Café

Por: Mauricio Orellana Suárez*

En edición, el criterio lo es casi todo, y puede hacer la diferencia entre poner a circular ruido o en el mejor de los casos viento que todo lo arrase o brisa que refresque a más de alguno. El editor decide. Puede que se decante por pensar que un manuscrito debe publicarse siempre que este cubra una necesidad preexistente en el mercado del libro, lo cual es perfectamente válido y sensato si se piensan las cosas desde el sistema, o por creer que la importancia que atribuye a un manuscrito sea suficiente motivo para darlo a conocer. O quizá una combinación de ambas: además de sensato, pragmático, aunque a veces, utilitario. Discernir: esto es lo que define la visión de las editoriales, y una u otra visión pueden trabajar para ayudar a construir, u obstruir, a veces sin quererlo ni saberlo, el buen desarrollo de una literatura nacional, entendiendo el buen desarrollo como uno diverso, creativo y propositivo. De más está decir que a la mayoría lo que los mueve es hacer circular huracanes que arrasen con todo y cubran cuotas grandes del mercado, entre más grandes mejor, mucho de lo cual al final se convierte solo en ruido. La otra es una visión menos mercadológica, por decirlo de alguna manera, en gran medida, bastante más ingenua también, porque es contra leones que debe enfrentarse o, más correctamente, para los que debe ser alternativa una visión así definida.

Independientemente de esto, en el caso específico de la literatura, hay algo que creo que se debe tener muy claro: la literatura no debería publicarse nunca porque sea necesaria para algo o para alguien. Se debería de publicar porque es importante que exista por sí misma. Al menos así debería de ser. Casi siempre esta importancia no se percibe como una necesidad allá afuera, por tanto, es de esperar que por lo general la demanda sea baja para este tipo de obras. Esto hace que quienes buscan grandes huracanes que todo lo arrasen no le suelan apostar ni como lectores ni como editores, a menos que haya detrás un nombre conocido, fabricado o no, y potenciado o potenciable como marca que da estatus de pertenencia al clan, para que la apuesta pueda redituar. Puede incluso ser que esta importancia que queremos atribuirle a cierta literatura sea ilusoria, y que realmente una obra literaria de fondo y forma muy cuidados pero que no toma en consideración las necesidades ya creadas del mercado, en nuestro tiempo, no tenga la potencialidad ni relevancia para cambiar nada, y que más bien sea percibida, si no se conoce a fondo, como una pedantería estrafalaria a la que nadie en su sano juicio se acercará a menos que quiera ser considerado “rarito”, y arriesgarse a ser apartado por el clan dominante. Pero esto no significa que no deba haber oferta en este sentido, ni que no deba haber visiones editoriales que le quieran dar una oportunidad a estas obras. Todo lo contrario, es imperativo que las haya, no por competencia, porque sería estúpido competir en las condiciones actuales contra un mercado bien nutrido, establecido, instalado, aceptado y mantenido; sino como alternativa, al menos para  llevar algo de brisa a los lectores que no se conforman con lo que les dictan los intereses de la industria del libro, sino que desean ir más allá, y que se aventuran, aunque esto también suene iluso, en territorios marginales a veces muy poco explorados. Ahora, si vamos más allá y pensamos en crear este tipo de lectores (demanda para libros de literatura que consideramos importantes como alternativas a lo conocido) debemos de tener bien claro que eso, por supuesto, llevará tiempo, y conllevará además, en un medio como el nuestro, el tener que hacerlo muchas veces desde fuera del sistema y con lo que se tiene a mano, con altísimos riesgos de perder la apuesta. En gran parte y llegados a cierto punto, también esto se sale de nuestras manos y de las manos de cualquiera, y se vuelve, como me lo decía atinadamente en redes un colega escritor nicaragüense, también un asunto de nuestros Estados. Muchas veces, si es difícil “mover” esta literatura, es, precisamente, por las omisiones de las responsabilidades y obligaciones que debieron asumir nuestros Estados. Lo que da para otro tema.

Pero en fin, por esa razón, y por muy iluso que esto suene, es que todos los libros de Los Sin Pisto, sin excepción, se publican. Lo hacemos porque, para empezar, consideramos que son formal (y por tanto literaria y estéticamente) propositivos y arriesgados, y de manera particular, porque en cada caso creemos que se tratan cuestiones importantes, estemos o no equivocados (eso, al final, no lo determinaremos nosotros). Maletas perdidas, por ejemplo, consideramos que es importante porque explora en su exposición cotidiana de impresiones vitales la íntima sensación, tan compartida en un país de emigrantes, de no ser parte de ningún lugar cuando se viaja o se vive fuera, y el andar con esa sensación permanente de maletas perdidas, esas donde están metidas “para mientras” nuestras cosas queridas, nuestros sentimientos y nuestra identidad. Dron podría serlo no porque puede venderse bonito ni porque cubra ninguna cuota de nada, sino porque denuncia la vigilancia digital participativa de nuestra era y hace una crítica frontal a la exhibición pública a ultranza de lo privado, juego en el que el objeto del entretenimiento de todos es la intimidad del otro. Nos parece importante poner a disposición Hard Rock porque sensibiliza y hace reflexionar sobre el bullying o acoso escolar en los colegios e institutos salvadoreños, ya que este tipo de acoso es una forma de violencia social que se perpetua y marca de por vida no solo a las víctimas, sino a sus victimarios y testigos que omiten las acciones para impedirla; y porque muestra además sin los tapujos de lo políticamente correcto las que podrían ser, y de hecho a veces son, desastrosas consecuencias para todos. Lados B lo consideramos importante porque expone diversos caminos de exploraciones y posibilidades narrativas y temáticas de nuestras nuevas voces aun no contaminadas por segundas intenciones, compromisos con las correcciones políticas, egos ya inflados y narcisismos, o talleres-corsé que los harían o harán constreñirse dentro de patrones predefinidos y “a la moda” (esperemos que no). Crónicas para sentimentales y Las Mareas nos parecen importantes porque aluden a los desbarajustes emocionales, psicológicos y mentales que quedan expuestos en carne viva en quienes se involucran (¡y todos nos involucramos!) en el mar de las relaciones sentimentales donde en verdad nada nunca está señalizado ni garantizado. El Diablo sabe mi nombre lo es porque explora de manera original y persuasiva los elementos oníricos, surrealistas y de fantasías en cuentos que son, cada uno, una joya literaria perfectamente trabajada. HeterocityLa teta mala y Johnny-Luz creemos que también son importantes porque aunque les incomoden a muchos, exponen que existen personas y grupos de personas en nuestro medio santurrón e hipócrita que son capaces de poner en peligro todos los derechos logrados por la humanidad, con tal de negarle sus derechos inherentes al grupo de personas que han escogido para odiar: y muestran con vida la crudeza de estas palabras. Trucha panza arriba creemos que es importante no porque sea ganadora (como lo son también Heterocity, Ciudad de Alado, Las Mareas, Crónicas para sentimentales, Kazalcán y otros) y finalista en premios prestigiosos como el García Márquez (que lo es), sino porque muestra cruda, sencilla y hermosamente las nuevas relaciones de poder, y las siempre presentes distorsiones de las hegemonías, en esa revisitación que se hace de, y hacia, lo rural. Cerdo duplicado nos parece importante, más no necesaria y ni siquiera deseable para el mercado, porque hay grietas donde nos hemos escurrido como humanidad, grietas de insensibilización, y la humanidad misma tiene la alternativa de someterse o cambiar el orden de cosas, tanto si desea sobrevivir, como si de verdad desea que sea posible un crecimiento ulterior como seres humanos. Ciudad de Alado creemos que también lo es, porque plantea el rescate del centro (de cualquier centro y corazón de las cosas) y buen sentido creativo de la realidad en el medio de la selva citadina en la que nos toca vivir, aunque nos perdamos en el camino, ya que en el caos y en los tropiezos de ese extravío también nos encontramos tal cual somos. Diario mortuorio también lo creemos importante porque trata un tema fundamental: el miedo a la muerte, con el trasfondo de las relaciones familiares en conflicto, como sucede en nuestra familia o en cualquier familia, y lo hace de una manera cautivadora.

Por cierto que, a pesar de que han sido publicadas por nosotros (con nuestras escasas posibilidades) en apenas unos pocos meses, muchas de estas novelas, libros de cuentos y crónicas han sido editados y trabajados paciente y detalladamente a lo largo de años y hasta décadas para ser lo que son ahora, vertidos hoy en esas ediciones artesanales, caseras y sencillas, no pretenciosas y alternativas, en las que las llevamos a las manos de los lectores que las quieran, no porque seamos expertos en hacer libros ni mucho menos en mercadearlos, sino porque no tenemos más alternativas locales ni editores que se hayan atrevido a apostarles. También, algunas ya han pasado previamente por los tradicionales procesos de selección y edición cuidadosa en otras editoriales de la región: Lanzallamas, Germinal, F&G editores, DPI, Uruk editores, y algunos de los cuentos ya forman parte de antologías en ediciones de otros países (Alemania, Nicaragua, Guatemala, México, España, República Dominicana) o han sido objeto de estudio en universidades nacionales y de otros países (Italia, Costa Rica, EE.UU., España, etc.). No son, pues, producto de la generación espontánea de aficionados caprichosos ni sacadas de la manga de la nada, y han pasado por innumerables filtros, ojos, procesos, detalles, que no admiten ninguna banalización.

Son, pues, libros que probablemente no sean necesarios (quizás por dicha) para el mercado del libro ni para el lector habituado a sus condicionamientos. Déjenme decirles que el mercado del libro, pomposo y como suena, y con todas sus cadenas (que metafóricamente también a veces lo son) suele necesitar los libros QUE PERPETUAN las inercias y distorsiones que provoca él mismo. El mercado del libro suele necesitar los libros que mantienen las cosas sin cambio, libros asimilados y fácilmente asimilables, vendibles o manejables en masa (también por la “crítica” y los “académicos” que, queriéndolo o no, y sabiéndolo o no, participan y a veces forman parte de los juegos de poder enturbiados y concentrados en pocos nombres y manos). En Los Sin Pisto NO QUEREMOS (y somos muy conscientes de ello y muy cuidadosos al expresarlo) que nuestros libros sean necesarios para un mercado de inercias. Queremos ser alternativa, aunque sea para pocos. Por ello, seleccionamos manuscritos que consideramos importantes precisamente porque, creyéndolo ilusamente o no, podrían generar cambios al actual estado de cosas y ayudar a detener las inercias en el mercado y en los lectores, y por tanto en la sociedad, inyectándole diversidad estética propositiva. Nuestra lucha modesta, muy modesta, es contra los grandes molinos de viento de siempre. Queremos abrir al menos algún trecho a las posibilidades de exploración de nuevos territorios literarios. Por eso ponemos a circular libros que de una u otra manera pudieran ser importantes para este objetivo, generando alternativas aunque no sean necesarios para nadie. Esa es nuestra apuesta, y la tenemos muy clara. Lo único que necesitamos es el acompañamiento de algunos lectores aventureros que estén decididos a explorar alternativas, con todo el riesgo que esto conlleva.

* Mauricio Orellana Suárez (San Salvador, El Salvador). Narrador y ahora editor y director de Los Sin Pisto. Con Heterocity obtuvo en 2011 el Premio Centroamericano de Novela Mario Monteforte Toledo. Ha publicado las novelas Heterocity, Ciudad de Alado, La dama de los velos, Te recuerdo que moriremos algún día, Kazalcán y los últimos hijos del Sol Oculto (que estuvo entre las finalistas del Premio Planeta de Novela), Las mareas, Cerdo duplicado Dron; también los libros de cuentos La Teta mala Sonrisa artificial. Tanto con Ciudad de Alado como con Las Mareas ganó juegos florales en la rama novela (cuando aún existía la categoría). Probó suerte con el ensayo “Gavida, catador de lo eterno”, y ganó el II Certamen Nacional de Ensayo de la Universidad Fancisco Gavidia. También ganó juegos florales en cuento con el libro: Nueve y medio casos de cólera (perdido entre sus papeles y jamás publicado).

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